La felicidad, el placer, es una emoción, una sensación. Podemos decir que esto o aquello, este o aquel, nos aporta placer, pero ni este o aquel, ni esto o aquello son la materialización de la felicidad, porque felicidad o placer nunca ES si no a través de nosotros, es decir, porque la sentimos.
Hasta no hace mucho se pensaba que las emociones y los sentimientos eran formas del conocimiento humano de segundo orden, inferiores a las capacidades racionales, o intelectuales, y que por tanto, debían estar siempre controladas por estas, bajo el control y la supervisión de la razón, ya que de lo contrario podían resultar temibles, incluso peligrosas. Todo lo que se escapaba a la razón, es decir, a los procesos lineales, deductivos e inductivos, del pensamiento, era infravalorado y se recelaba de él. El pensamiento platónico estableció ese punto de partida en nuestra cultura que ha imperado hasta nuestros días. Y aunque muchos habían defendido el gran poder de lo emocional, y su exaltación, como Nietzsche, no fue hasta la última década de los pasados 80- 90 más o menos que, debido a las posibilidades que ofrecieron nuevas tecnologías audiovisuales como las IRM (Imágenes de Resonancia Magnética) que comenzaron a hacerse descubrimientos científicos espectaculares en esta materia. En la actualidad podemos asegurar científicamente que las emociones o sentimientos, así como cualquier tipo de expresión no racional: la intuición, la creatividad, la imaginación, la interpretación, la empatía, hasta el ritmo, es decir, dejarnos llevar por la música o una imagen, o afectarnos por un relato… forma parte de nuestro pensamiento, de nuestra inteligencia. El mundo sensorial es una forma de conocimiento primordial que posee toda una serie de ventajas respecto al conocimiento racional (aquel que gobierna acciones que requieren calcular, ordenar, proceder metódicamente…), ventajas que estamos desaprovechando, cuando no las atendemos, ni las educamos. Es decir, la energía psíquica de nuestro cerebro se compone de dos naturalezas, de dos maneras de procesar las experiencias completamente distintas, y nuestra forma de concebir el mundo cambia radicalmente cuando una de ellas domina nuestra cultura.
Hasta no hace mucho se pensaba que las emociones y los sentimientos eran formas del conocimiento humano de segundo orden, inferiores a las capacidades racionales, o intelectuales, y que por tanto, debían estar siempre controladas por estas, bajo el control y la supervisión de la razón, ya que de lo contrario podían resultar temibles, incluso peligrosas. Todo lo que se escapaba a la razón, es decir, a los procesos lineales, deductivos e inductivos, del pensamiento, era infravalorado y se recelaba de él. El pensamiento platónico estableció ese punto de partida en nuestra cultura que ha imperado hasta nuestros días. Y aunque muchos habían defendido el gran poder de lo emocional, y su exaltación, como Nietzsche, no fue hasta la última década de los pasados 80- 90 más o menos que, debido a las posibilidades que ofrecieron nuevas tecnologías audiovisuales como las IRM (Imágenes de Resonancia Magnética) que comenzaron a hacerse descubrimientos científicos espectaculares en esta materia. En la actualidad podemos asegurar científicamente que las emociones o sentimientos, así como cualquier tipo de expresión no racional: la intuición, la creatividad, la imaginación, la interpretación, la empatía, hasta el ritmo, es decir, dejarnos llevar por la música o una imagen, o afectarnos por un relato… forma parte de nuestro pensamiento, de nuestra inteligencia. El mundo sensorial es una forma de conocimiento primordial que posee toda una serie de ventajas respecto al conocimiento racional (aquel que gobierna acciones que requieren calcular, ordenar, proceder metódicamente…), ventajas que estamos desaprovechando, cuando no las atendemos, ni las educamos. Es decir, la energía psíquica de nuestro cerebro se compone de dos naturalezas, de dos maneras de procesar las experiencias completamente distintas, y nuestra forma de concebir el mundo cambia radicalmente cuando una de ellas domina nuestra cultura.
Nuestro cerebro funciona de esta manera, incluso, aunque no queramos, es decir, que cuando veo imágenes, sonidos o palabras que no comparto, aunque mi parte racional no esté de a cuerdo con ellas, sólo por el hecho de verlas, escucharlas (y cuando digo verlas, no sólo me refiero físicamente, sino también en mi mente, en mi IMAGIN- acción), me están afectando, están construyéndome por dentro, están conformando mi pensamiento (que no sólo es intelectual, que no sólo se deja afectar por los procesos lineales), y al afectar a mi pensamiento, están afectando a mi comportamiento, a la manera en la que me desenvuelvo, están construyendo mi vida… sin darnos cuenta.
Por eso, el único camino es dar luz, en vez de discriminar nuestra energía psíquica irracional, se trata de aceptarla, clarificarla, atenderla, canalizarla, cuidarla. Y a esto queremos dedicar el tiempo en Imagin-a.
Esta nueva información sobre el componente emocional de nuestro cerebro y nuestro pensamiento se han descubierto no hace mucho, pero en nuestras mentes, la mayoría de las veces, en la mayoría de nosotros, siguen imperando los valores de la cultura platónica que sobrevalora los procesos racionales y los valores asociados con ellos: es decir, siempre que nuestra vida no está bajo CONTROL (en mayúsculas), siempre que nuestro comportamiento no se guía por procesos lógicos, lineales, tenemos la sensación de estar haciendo algo que no está bien, de ir por mal camino, de hacer lo incorrecto, y de hacer algo que no sirve de nada, nos sentimos inseguros, tenemos MIEDO. La consecuencia es que acabamos frustrando la mitad de lo que en realidad somos, y desaprovechamos un tremendo potencial que posee nuestro pensamiento, para dirigir nuestras vidas de maneras distintas a las acotadas por la lógica racional.
Imagin-a pretende hacer algo para ir derribando estas barreras, para aceptar de manera más completa, todo lo que somos, todo lo que conforma nuestra naturaleza, para que podamos emplearla en nuestro día a día, y así, quizá transformar lo que antes eran callejones sin salida, en una fuente de infinitas posibilidades, para así, en definitiva, vivir mejor.
¿Cuánto tiempo pasamos al día dedicando nuestra energía psíquica a pensamientos de miedo y preocupación? ¿Cuánto espacio de nuestra mente dedicamos a imágenes que nos producen desasosiego? Y estás imágenes nos afectan: nos hacen pensar de una determinada manera, y comportarnos en consonancia. Por eso, y si la respuesta de mayoría de vosotros, como la mía, es que dedicamos a esto la mayor parte del tiempo, algo parece que está desequilibrado, y a menos que realmente esta situación os guste, o deseéis que esto sea así, podemos tratar de intentar a reeducar nuestra mente y nuestro comportamiento.
En Imagin-a vamos a tratar de hacer sencillos ejercicios para conectar con los procesos no racionales, a saber, emocionales, creativos, intuitivos… de nuestro pensamiento. Vamos a dedicar un tiempo y un espacio a esa parte de nosotros tan descuidada, mucho más descuidada que nuestros abdominales… El objetivo: sentirnos mejor, y por supuesto que, si nos sentimos mejor, la manera de comportarnos y nuestras interacciones, nuestras experiencias también cambiarán. Ya me contaréis cómo.
Por eso, el único camino es dar luz, en vez de discriminar nuestra energía psíquica irracional, se trata de aceptarla, clarificarla, atenderla, canalizarla, cuidarla. Y a esto queremos dedicar el tiempo en Imagin-a.
Esta nueva información sobre el componente emocional de nuestro cerebro y nuestro pensamiento se han descubierto no hace mucho, pero en nuestras mentes, la mayoría de las veces, en la mayoría de nosotros, siguen imperando los valores de la cultura platónica que sobrevalora los procesos racionales y los valores asociados con ellos: es decir, siempre que nuestra vida no está bajo CONTROL (en mayúsculas), siempre que nuestro comportamiento no se guía por procesos lógicos, lineales, tenemos la sensación de estar haciendo algo que no está bien, de ir por mal camino, de hacer lo incorrecto, y de hacer algo que no sirve de nada, nos sentimos inseguros, tenemos MIEDO. La consecuencia es que acabamos frustrando la mitad de lo que en realidad somos, y desaprovechamos un tremendo potencial que posee nuestro pensamiento, para dirigir nuestras vidas de maneras distintas a las acotadas por la lógica racional.
Imagin-a pretende hacer algo para ir derribando estas barreras, para aceptar de manera más completa, todo lo que somos, todo lo que conforma nuestra naturaleza, para que podamos emplearla en nuestro día a día, y así, quizá transformar lo que antes eran callejones sin salida, en una fuente de infinitas posibilidades, para así, en definitiva, vivir mejor.
¿Cuánto tiempo pasamos al día dedicando nuestra energía psíquica a pensamientos de miedo y preocupación? ¿Cuánto espacio de nuestra mente dedicamos a imágenes que nos producen desasosiego? Y estás imágenes nos afectan: nos hacen pensar de una determinada manera, y comportarnos en consonancia. Por eso, y si la respuesta de mayoría de vosotros, como la mía, es que dedicamos a esto la mayor parte del tiempo, algo parece que está desequilibrado, y a menos que realmente esta situación os guste, o deseéis que esto sea así, podemos tratar de intentar a reeducar nuestra mente y nuestro comportamiento.
En Imagin-a vamos a tratar de hacer sencillos ejercicios para conectar con los procesos no racionales, a saber, emocionales, creativos, intuitivos… de nuestro pensamiento. Vamos a dedicar un tiempo y un espacio a esa parte de nosotros tan descuidada, mucho más descuidada que nuestros abdominales… El objetivo: sentirnos mejor, y por supuesto que, si nos sentimos mejor, la manera de comportarnos y nuestras interacciones, nuestras experiencias también cambiarán. Ya me contaréis cómo.
estoy en el trabajo, son las 20:14 h y quiero volarte
ResponderEliminar