miércoles, 17 de noviembre de 2010

Ryuichi Sakamoto o el impresionismo postmoderno



Por Esther Marín Ramos*
La siguiente entrada fue realizada originalmente como presentación para el seminario "la música, espejo del alma" en La Muestra Internacional de Música y Audiovisuales Avanzados (MIMAA) que tuvo lugar entre Julio y Agosto de 2010 en Alicante.


A Ryuichi Sakamoto -músico y compositor japonés, Tokio, 1952- no le gustan las palabras. Desconfía por completo de ellas. Por ahí quizás las razones de sus más y sus menos con Pedro Almodóvar -Kika, 1998-, y él mismo nos recuerda que en la Yellow Magic Orchestra, el grupo de tecnopop con el que revolucionó el mercado musical hace más de tres décadas, las letras eran una mera excusa. Así estamos: yo usando palabras para presentarlo y ninguna cita memorable de la que tirar. A Sakamoto habría que introducirlo con un impresionista de fondo, pongamos a Debussy, su compositor favorito. Claro de Luna, ideal para una noche de verano. Pero ninguna palabra. Retazos de su música, off course. Bandas sonoras memorables como El último emperador, 1987, El cielo protector, 1989 – ambas de Bertolucci-, canciones para videojuegos como Seven Samurai 20XX de Playstation 2 -Los Siete Samuráis-, o el tema de apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, y una lista interminable de incursiones en los formatos artísticos más revolucionarios: la informática, el cine, el videojuego e Internet. En su proyecto Chain Music -música encadenada-, Sakamoto ha lidiado su especial cruzada contra la guerra de Irak y a favor de la paz, solicitando desde su página web la participación de artistas en una iniciativa que une un fragmento de música  digital al anterior.  La expresión colmada del compositor cibernético: Solidaridad, Emirec e intertextualidad, nada menos. Todo ello convierte a Sakamoto en un representante de excepción a la hora de hablar del papel de la música en las producciones culturales contemporáneas.
Comenzó siendo un niño prodigio al piano, instrumento que sigue siendo su favorito -su última gira la hizo con él-,  pero en su día fue uno de los precursores del uso de sintetizadores y las técnicas de grabación digitales con su banda de música. Nadie compone tan rápido, ni se aburre tan rápido como él. Su capacidad parece hecha a medida de la vertiginosa cultura postmoderna. Sin límites de estilos, influencias ni tecnologías. Sus sellos han sido siempre la innovación y el mestizaje. Estudió música electrónica y étnica. Modernidad y tradición. Mezcla de lo conocido con lo desconocido, timbres nuevos. Como hacían los compositores impresionistas, Ravel, Debussy, Satie… - Escuchar-ver la banda sonora de Femme Fatale ( 2002, Brian de palma,) en la que Sakamoto versiona el bolero de Ravel en la secuencia del robo en el Festival de Cannes-, que a principios del s. XX. rompieron con todo lo anterior, el clasicismo de Mozart o Beethoben y la vehemencia emocional del romanticismo de Schumann y Schubert. Tiraron del humor y la ironía como única forma de exortizar la hipertrofia racionalista de la modernidad. Usaban intervalos, tonos desconocidos y los integraban con técnicas olvidadas del medievo, experimentando nuevas combinaciones con tal de conseguir mayor riqueza musical. Con tal de seguir creciendo. De seguir estimulando el ánimo y la mente de los que tenemos el privilegio de haberlos escuchado. Abrir puertas allí donde otros dijeron que el arte había muerto y desconcentar. Conciliar antónimos y deconcertar. Labor ardua del artista contemporáneo.
Centrándome en el trabajo de Ryuichi Sakamoto para el cine, a continuación tienen una serie de enlaces a algunas de sus bandas sonoras más conocidas:
El tema “The rain”, la lluvia, creado para la película El Último Emperador, 1987, de Bertolucci:



La banda sonora que creó para la película Merry Christmas, Mr. Lawrence, (1983, Nagisa Ôshima) en la que participó también como actor junto a David Bowie:



Y un extracto de la banda sonora realizada para El cielo protector, 1989, Bertolucci:

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