martes, 18 de mayo de 2010

Experimento Imagin-a VII: Resiliencia, la ventaja del dolor.

Resiliencia es un concepto usado inicialmente en relación a los metales. Se dice que es la capacidad de un metal determinado de resistir y ser flexible a determinadas pruebas que se experimentaban con él con el fin de comprobar la calidad del mismo y, a partir de ellas, recobrar su estado original.
Desde hace unos años, sin embargo, el concepto de resiliencia ha alcanzado gran popularidad en el ámbito de la psicología humana. Así, por ejemplo, ha sido tratado ampliamente por el neurólogo francés Boris Cyrulnik, (sobre su obra, se recomienda leer Autobiografía de un espantapájaros que recibió el prestigioso Premio Renaudot al mejor libro de ensayo en Francia en 2008), y  también el psiquiatra español Luis Rojas Marcos se ha pronunciado en torno al mismo tema en Superar la adversidad. El poder de la resiliencia, publicado en febrero de este mismo año (2010), Espasa.
La resiliencia humana se puede definir como la capacidad del comportamiento humano para poder tolerar  los cambios y las adversidades, transformándolas en desafíos, proyectos personales, expresiones y creaciones que nos fortalecen.
Nuestras debilidades son nuestras grandezas, y nuestras grandezas son nuestras debilidades, por eso, dice Cyrulnik, hay que valorar lo que nos hace débiles en infravalorar o relativizar lo que nos hace fuertes:  ¡Desdicha al vencedor! Por culpa de su punto fuerte, morirá.
En su libro, el neurólogo francés, inicia sus argumentos partiendo de la integración del concepto de trauma o catástrofe al desarrollo humano. A través de ejemplos etológicos e históricos muy bien documentados, nos invita a pensar que...





la catástrofe o el trauma no es más que una cesura, es decir, un corte, un espacio entre un verso y otro de una composición poética; el desenlace súbito del éxito de nuestra adaptación, desde el cual, comenzar a andar en otra dirección, a partir de nuestras debilidades manifiestas. Catástrofe como el punto en que desemboca una evolución adaptada que conduce al hundimiento del sistema, que sigue funcionando a partir de aquí, pero de otra forma. Vida como efervescencia. Integración del caos. Hasta el punto de que podemos llegar a decir que el caos es determinista, que establece un método, una regla de la evolución.

La domesticación del caos: el artificio, la ficción.
Pero la identificación de catástrofe o caos como motor determinista de nuestro desarrollo,  es sólo uno de los objetivos de la propuesta de Cyrulnik. La vida psíquica no se puede desarrollar en medio del caos, y necesitamos ordenar la realidad caótica, darle una forma estable, aunque sea momentánea, para desarrollarnos. Es ahí cuando el autor enuncia el concepto de quimera, artificio, ficción o imaginario (el punto fuerte de nuestra civilización, ob. cit. p. 37) como única forma de domesticar la efervescencia de lo real y así conseguir adaptarnos, conseguir sobrevivir.
La ventaja del trauma.
El concepto de resiliencia viene a contradecir la psicología determinista que relaciona trauma y debilidad en el individuo. Los traumas, nuestras debilidades, pueden transformarse en victorias, siempre que seamos capaces de integrarlas. Algo que ocurre en su debido momento, porque sólo cuando las circunstancias de nuestra vida adquieren cierta seguridad, es cuando podemos desarrollar la resiliencia, adaptar e integrar los traumas vividos.
Así, de la misma manera que el trauma no condena al sujeto de por vida, salir victorioso de una prueba en el mismo instante que se da, no augura la fortaleza futura del sujeto, ni su resiliencia o adaptación futura a situaciones similares, sino que posteriormente puede hundirse sin remedio ante ellas, precisamente por haber salido victorioso sin esfuerzo. Por tanto, no hay una relación directa entre trauma y efectos psíquicos.
Los factores que determinan la incidencia del trauma sobre nuestra felicidad posterior, se condensan en estos tres puntos, según expone Cyrulnik (Ob.cit. 48-49):
a) La estructura del acontecimiento traumatizante: personalidad, intencionalidad del agresor, maldad- inocencia comprendida en su actuación.
b) Las ascuas de resiliencia que posee en su personalidad el herido. La historia que ha elaborado el sujeto sobre otros antecedentes a la tragedia, cómo salió de ella, si fue ayudado o no, en qué forma, y el sentido, el discurso que se ha creado en torno. En este punto, Cyrulnik diferencia entre la reacción-negación (rechazo a los recuerdos) a un trauma, que no aporta resiliencia, es decir, no ayuda a la adaptación o evolución del individuo, y la reacción- ensoñación: cuando el individuo se enfrenta a los recuerdos desarrollando su creatividad. La ficción del trauma, clave de la resiliencia, puede que no evite el dolor cotidiano, que no devuelva la seguridad perdida, pero sí ayuda a conformar unas bases distintas de vida, que integran ese trauma, y consiguen conformar una nueva realidad.
c) El apoyo después del trauma. La actuación de otras personas, el discurso cultural, en relación al trauma conforma un entorno activador o inhibidor. El Individuo privado de alteridad, en aislamiento, no puede saber quién es. Es un espantapájaros que no siente. Se necesita que exista otro junto a ti para despertar. Por otro lado, una persona indefinida, posee un comportamiento masoca. El otro lo es todo, vive para el otro, y de esta manera tampoco consigue mayor definición, porque no permite al otro que lo quiera, que lo valore. En este punto enlaza este tema con el anterior de Imagin-a, Petición y demanda. En relación a él es muy interesante el apunte de Cyrulnik sobre las relaciones de los padres con los hijos, donde los límites a la relación afectiva son trascendentales para que el hijo adquiera una verdadera autonomía. Los padres tienen que establecer límites que no permitan al hijo satisfacer todos sus deseos y así lo impulsan a buscar su autonomía, buscando en otra parte lo que ellos no pueden darle. (Ob. cit. p. 139). y de paso, avisa de los peligros de los padres masocas, despersonalizados, y sus perversiones, de las culturas, o morales que esconden similares perversiones, donde la relación no es entre iguales, sino en base a la sumisión del uno al otro: Cuando no considero al Otro una persona, con su propio mundo mental, diferente del mío (con su propia historia), cuando el Otro es sólo la impresión que provoca en mí, puedo devorarlo sin dejar de amarlo. (Ob.cit. p. 146)
Al final de las páginas de su libro, Cyrulnik concluye su discurso posando la mirada sobre la transcendencia de la adopción infantil en la sociedad occidental, donde por unos motivos u otros la tasa de natalidad es cada vez mayor, eliminando temores y prejuicios infundados. El niño abandonado pudo haberse convertido en un espantapájaros en un punto de su pequeña vida, despersonalizado por el trauma y el sufrimiento. Pero, dice Cyrulnik, basta que ese espantapájaros encuentre a un hombre vivo que le insufle un alma para que el dolor de vivir vuelva a tentarlo (Ob. cit. p. 249). Aunque lo real haya sido una locura, el poder de la resiliencia que se adquiere con la sublimación del dolor, su relato a otro, y el apoyo de ese otro, pueden garantizar la felicidad que sin embargo alguien que nunca ha sufrido una catástrofe quizá nunca llegue a tener.

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